
DURANTE LOS DOCE DÍAS, QUE LOS LIBROS INUNDARON LOS PABELLONES DE CORFERIAS Y EN DONDE SE OBSERVÓ GRAN ACOJIDA DE LOS CAPITALINOS, NO PASO DE HAY PUES APESAR DE LA GRAN ASISTENCIA LAS VENTAS NO FUERON ALENTADORAS
Pablo Casacuberta, el joven escritor uruguayo que visitó la Feria, no podía ocultar la sorpresa de presenciar el entusiasmo que genera el libro en Bogotá, “una algarabía” en torno a las letras que, según él, sería imposible en Uruguay. Pero hoy, cuando las puertas de la Feria ya están cerradas, cuando se sabe que por el recinto de Corferias desfilaron algo más de 400 mil visitantes y que aun así las editoriales y librerías no encuentran números muy positivos en sus sumas de calculadora, cabe preguntarse si al final, todo esto se trata de eso que tan extasiado Casacuberta observaba: un mero entusiasmo.
La Feria es el termómetro del consumo del libro en Bogotá, de alguna forma también en el país, y es casi imposible no recordar, tras ver esos pasillos llenos de familias que llevan bolsitas desocupadas —llenas de volantes y publicidades—, esa cifra aterradora según la cual en Colombia leemos sólo un libro per cápita por año, (Alemania lee 15 libros y, para no ir más lejos, Argentina lee siete). Y aunque a la luz de esto cualquier disminución en ventas parece aludir al problema sustancial de la poca lectura generalizada en el país, los resultados en la Feria, apenas satisfactorios, hacen que algunos lancen hipótesis.
“Creo que en promedio todas las editoriales vendimos un 25% menos que el año pasado. Hay que analizar qué parte le corresponde a la crisis, qué parte al cambio de fecha —que obedeció a un buen propósito de internacionalización— y qué tanto a que México haya traído un fondo de libros tan impresionante”, asegura Rodrigo de la Ossa, de Alfaguara. Y es que el balance no pudo ser mejor para el país invitado: ventas por US$256 mil, con más de 14 mil ejemplares comprados de los 35 mil que trajeron sus editoriales.
Las ventas en libros de autoayuda no se vieron tan afectadas, asegura Orlando Rodríguez Hernández, gerente general de ediciones Urano, aunque el equilibrio no se pudo mantener respecto a los libros de literatura. Por su parte, Gabriel Iriarte, de Norma, concluye que “hay que esperar un año para poder decidir si el cambio de fecha es comercialmente inconveniente y el causante de la disminución en ventas”.
Las pequeñas librerías ubicadas en el Pabellón 1 alcanzaron a sacar la cabeza después de pagar arriendos y servicios, y aseguran que sobrevivieron en la Feria gracias a su apuesta de vender clásicos y reunir los diferentes libros por temas. “Fue una feria muy dispersa en materia del libro, los visitantes encontraban empresas de lectura rápida al lado de editoriales de literatura, y en estos eventos tan grandes la gente necesita más guías para encontrar lo que quiere. Le faltó, sin duda, una gran estrella de la literatura que generara un volcamiento masivo a Corferias”, explica Ana María Aragón, dueña de la librería Casa Tomada.
Lo cierto es que durante estos 12 días del mes de agosto el entusiasmo por lo menos llenó un recinto como Corferias. Habrá que esperar a que algún día haga que los colombianos compremos y leamos más libros.
Por: Cyndy Rodríguez
El Espectador.com
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